Entrevista a una traductora


Marta Sánchez-Nieves Fernández es licenciada en Filología Eslava por la Universidad Complutense de Madrid y traductora especializada en literatura rusa clásica y contemporánea, entre los autores que ha traducido nuestra entrevistada están Bulgákov, Lérmontov, Gógol y Dostoievski. También posee una amplia experiencia como profesora de ruso, escuela oficial de idiomas de Zaragoza (2004-2014), de La Laguna (2014-2015). En diciembre de 2016 ha resultado ganadora del XI Premio de Traducción Esther Benítez por la traducción de Noches blancas de Fiódor Dostoievski. Este blog quiere darle la enhorabuena por el merecido premio y publicar  esta reciente entrevista.



Traducir un libro escrito en ruso hace más de 150 años no parece una tarea fácil. Debe  haber un trabajo de investigación que el lector desconoce. ¿Cómo te enfrentas al reto?

En realidad, más que investigación, que puede haberla si la novela trata de un tema muy específico o requiere documentarse de antemano por alguna razón, lo importante es no incurrir en incongruencias temporales con el vocabulario (y aquí los diccionarios etimológicos, históricos y el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española son el mejor aliado del traductor). Y, sobre todo, no utilizar expresiones rebuscadas como herramienta para envejecer el texto artificialmente o recurrir a fórmulas de tratamiento arcaicas que ya estaban en desuso en el español del siglo XIX.


 ¿Qué cualidades consideras que debe de poseer un buen traductor?

Normalmente se distingue entre traducción editorial y traducción técnica, y es cierto que hay pequeñas diferencias entre una y otra. Pero, en general, las cualidades de un buen traductor, se dedique a la especialidad que se dedique, serían el dominio de la lengua de partida y de llegada, el conocimiento de la cultura y de los países donde se hablan esas lenguas, la capacidad de encontrar recursos como diccionarios, glosarios, artículos,… que nos facilitan el trabajo diario, y conocer bien las condiciones laborales del sector para negociar la tarifa (y las condiciones del contrato, en el caso de la traducción editorial).
Además, es importante que el traductor editorial sepa cuál es su papel, nada de pensar en cambiar el texto para mejorarlo, de plancharlo por miedo a que el lector no lo entienda o de llenarlo de notas interfiriendo innecesariamente en la relación escritor-lector.

¿Piensas que es un trabajo satisfactorio?

Sí, claro que sí, yo todavía me emociono cuando me llegan los ejemplares justificativos de un libro (mis amigos empiezan a hartarse, lo confieso). Hay veces que es agotador, y no solo porque trabajemos con plazos ajustados, sino porque mentalmente te cansas, pero no físicamente. Y ese cansancio mental te impide descansar. Antes de acostarme suelo leer algo que esté alejado, temporalmente al menos, de la obra que estoy traduciendo, porque, si no, corro el riesgo de pasarme la noche soñando con las frases del libro de cuyo resultado no estoy satisfecha.
Además, mantengo contacto casi continuo con muchos colegas, algunos de ellos ya verdaderos amigos, y a través de ellos no solo he mejorado mis dotes de traductora, sino que he tenido acceso a otros autores y literaturas a las que seguramente sola no habría llegado.

La mayoría de los lectores de este blog son estudiantes de lengua rusa. ¿Qué consejo darías a estos valientes?

¿Puedo repetir lo mismo que decía los primeros días de clase en la escuela? El ruso es difícil, sí, pero a veces nos centramos tanto en «protestar» por su dificultad, que nos olvidamos del objetivo de aprenderlo. ¿Mi consejo? Pasar de las palabras a los hechos: deja de protestar y escribe, lee, escucha música, ponte películas y no pierdas ni una ocasión de hablarlo, en clase, con tus profesores, con tus compañeros. Incorpóralo a tu vida cotidiana en la medida que sea posible, para que sea una afición más, no una obligación.
De todas formas, yo siempre he defendido que no es tan difícil, simplemente los primeros años el aprendizaje es más lento y más exigente.

¿Qué futuro ves a los estudiantes de lenguas eslavas en España?

No tengo claro si sigue existiendo como tal la Filología Eslava, en Madrid se asimiló al grado de Lenguas Modernas y quedó un poco descafeinada. Ahora no sé cómo estará el panorama.
Es cierto que el ruso ha tenido cierto auge por la llegada de los turistas, pero ese auge ha venido unido a una idea de la enseñanza que no considera importante conocer la cultura de Rusia, no hablemos ya de la literatura. Bueno, en realidad, ha habido una desvalorización generalizada de los estudios humanísticos, y al ser considerados minoritarios, los estudios de eslavas han sufrido doblemente.
Huy, estoy quedando muy pesimista, ¿no? Sin caer en la cantinela de «querer es poder», sí que creo que debemos elegir los estudios que nos gusten, y no rendirnos al primer escollo. Desde que acabé la carrera hasta que logré un trabajo decente y más o menos estable, cien por cien relacionado con la Filología Eslava, pasaron casi diez años. Trabajo que me trajo aquí, a Zaragoza.

De tu larga estancia en Zaragoza como profesora. ¿Qué  recuerdos te quedan?

Uf, innumerables: los nervios recurrentes del principio de curso (sí, los profesores también estamos nerviosos el primer día de clase), lo reconfortante que era veros aprender, lo concurridas que eran las actividades culturales sin necesidad de llevaros de la oreja, los cafés de los viernes por la mañana con Ruth y Masha en los descansos de las reuniones, la ayuda que me prestaban los colegas de otros departamentos con la parte más burocrática los años que fui jefe de departamento y había tantas cosas que se me escapaban, y no sigo, que me emociono y tengo cierta reputación de dura que mantener.

Muchas gracias Marta. Disfruta de tu premio. Esperamos verte pronto. 

Marta y retrato de Anna Ajmátova.
Museo Ruso de San Petersburgo.
Casa del libro. Gran Vía. Madrid.

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