Entrega de premios y publicación de traducciones ganadoras



Os recordamos que a las 18 horas del día 6 de Mayo  en la sala de conferencias, tendrá lugar la entrega de premios del concurso de traducción del blog. Contaremos también con la asistencia   de Carlos Ginés Orta, traductor especializado en lengua y literatura eslavas.

Estas son las traducciones ganadoras que recibirán el premio:

Nivel básico

"Le pregunté al fresno" traducción de María Rebeca Cartagena Lomero 

Le pregunté al fresno: ¿Dónde está mi amada?

El fresno permaneció callado, meciendo su copa.

Le pregunté al álamo: ¿Dónde está mi amada?

El álamo dejó caer sobre mí una hojarasca otoñal.


Le pregunté al otoño: ¿Dónde está mi amada?

El otoño derramó un aguacero como respuesta.

Le pregunté a la lluvia: ¿Dónde está mi amada?

Largo rato corrieron por mi ventana las lágrimas de la lluvia.


Le pregunté a la luna: ¿Dónde está mi amada?

La luna se escondió tras una nube, no hubo respuesta.

Le pregunté a la nube: ¿Dónde está mi amada?

La nube se desvaneció en el azul del cielo.


Tú, que eres mi único amigo, ¿dónde está mi amada?

Dime, ¿a dónde ha huido?, ¿sabes dónde está?

La réplica del amigo fue sincera y leal:

“Era tu amada, era tu amada, 

era tu amada, y ahora es mi esposa”


Nivel intermedio

Fragmento de "Los calcetines fineses de crepé" traducción de Carlos Pueyo Subero

perteneciente a la novela "LA MALETA" de Serguéi Dovlátov

Esta historia sucedió hace 18 años. En aquel tiempo, yo era un estudiante en la Universidad de Leningrado. 

Los edificios de la universidad se encontraban en la parte vieja de la ciudad. La  combinación del agua y la piedra creaba allí, una atmósfera majestuosa y especial. En  semejante entorno era difícil ser un vago, pero yo lo conseguía. 

En el mundo existen las Ciencias exactas, lo que significa que existen las inexactas.  Creo que, entre estas últimas, el primer lugar lo ocupa la Filología. Y así es cómo me  convertí en estudiante de la Facultad de Filología. 

Una semana después, una chica delgada que llevaba zapatos de importación se enamoró de mí. Se llamaba Asia. 

Asia me presentó a sus amigos. Todos eran mayores que nosotros, ingenieros,  periodistas, camarógrafos. Entre ellos había, incluso, un encargado de tienda. 

Esta gente vestía bien. Les encantaban los restaurantes y los viajes. Algunos, hasta tenían coche propio. 

En aquel momento, todos me parecían enigmáticos, fuertes y atractivos. Yo quería ser uno más en aquel círculo. 

Más adelante, muchos de ellos emigrarían, y ahora son judíos normales, ya muy mayores. 

Llevábamos un nivel de vida muy alto, aunque casi siempre, a costa de los amigos de  Asia. Esto me resultaba extremadamente vergonzoso. Aún recuerdo, cómo el Doctor  Logovinski metía en mi mano 4 rublos mientras Asia pedía un taxi… 

Las personas pueden dividirse en dos categorías. Las que preguntan y las que  responden. Las que hacen preguntas, y las que fruncen el ceño con fastidio como  respuesta. 

Los amigos de Asia nunca le hacían preguntas, yo era el único que lo hacía: 

- ¿Dónde estuviste? ¿A quién saludaste en el metro? ¿De dónde sacaste ese perfume francés?...

La mayoría de la gente considera que los problemas no tienen solución cuando esta no  les interesa. Y no dejarán de hacer preguntas aunque, para nada, necesiten escuchar la  verdad. 

En definitiva, estaba siendo estúpido e insoportable. 

Empecé a tener deudas. Crecían sin parar, en progresión geométrica. En noviembre ya  alcanzaban los 80 rublos, que era una cifra descomunal para aquella época. 

Aprendí lo que son las casas de empeños, sus recibos, sus colas, y ese ambiente de  tristeza y pobreza. 

Mientras Asia estaba cerca de mí, aún conseguía no pensar en ello. En cuanto nos  despedíamos, las deudas, como un nubarrón oscuro, volvían a mi pensamiento. 

Me desperté con el presentimiento de una desgracia. Llevaba horas sin conseguir  vestirme del todo. Estaba planeando seriamente el robo a una joyería. 

Llegué a la conclusión de que los pobres enamorados sólo tienen ocurrencias  criminales. 

Mientras tanto, mi rendimiento académico había caído notablemente. A Asia ya le había ido mal con sus estudios y, en el Decanato, empezaban a hablar de nuestra  reputación. 

Así es, cuando alguien está enamorado y tiene deudas, su reputación es tema de  conversación. 

En fin, todo era horrible.


Nivel avanzado


Fragmento de "Los hermanos Karamázov" de Fiódor Dostoyevsky, 
traducción de María Bernad Roche

Libro quinto – III Los hermanos se conocen

Iván y Aliosha

̶  Me acuerdo de todo, Aliosha. Te recuerdo a los once años, yo entonces tenía quince. Quince y once, es tanta la diferencia que los hermanos de estas edades no suelen ser amigos. Ni siquiera sé si te quería. Cuando me fui a Moscú, los primeros años ya ni me acordaba de ti. Después, cuando tú viniste a Moscú, creo que solo nos encontramos una vez en algún lugar. Y ahora, hace cuatro meses que vivo aquí y todavía no hemos cruzado una palabra. Mañana me voy y estaba pensando aquí sentado en cómo hacer para verte y decirte adiós. Y justo pasas por mi lado.

̶  ¿De verdad tenías ganas de verme?

̶  Sí, muchas. Quiero conocerte de una vez por todas, quiero que nos conozcamos bien. Sí, y luego nos diremos adiós. En mi opinión, es mejor conocerse antes de despedirse. He visto cómo me mirabas estos tres meses, en tus ojos se leía una especie de espera continua. Eso es algo que no soporto, por eso no me acerqué a ti. Pero al final aprendí a respetarte: he aquí un hombre con firmeza. Ten en cuenta que, aunque ahora me ría, hablo en serio. Después de todo, tú eres firme, ¿verdad? Me encanta la firmeza, sea por la razón que sea y aún en niños tan pequeños como tú. Al final, tu mirada expectante dejó de resultarme molesta; al revés, incluso me empezó a gustar. Parece ser que por alguna razón me quieres, Aliosha. 

̶  Te quiero, Iván. El hermano Dimitri dice que eres una tumba. Yo digo que eres un enigma. Sigues siendo un misterio para mí, pero empiezo a entenderte, ¡y sólo desde esta mañana!

̶  ¿Qué quieres decir?  ̶  rio Iván.

̶  ¿No te enfadarás?  ̶  rio Aliosha.

̶  Di.

̶ Eres exactamente igual que los demás jóvenes de veintitrés años, igual de joven, fresco, afable e inexperto, en fin, ¡un joven! ¿Qué, de verdad no te he ofendido?

̶  Al contrario, me sorprende la coincidencia  ̶  exclamó Iván con alegría y entusiasmo.  ̶  ¿Te creerías que después de nuestro encuentro de antes he estado pensando en eso, en mis veintitrés años de inexperiencia? Y, de repente, es como si lo adivinases y empiezas hablando de eso. Ahora estoy aquí sentado y, ¿sabes lo que me decía antes a mí mismo? Si no creyese en la vida, si perdiese la fe en la mujer amada, si perdiese la confianza en el orden de las cosas, incluso si estuviese seguro, al contrario, del maldito y tal vez demoniaco caos y me golpeasen los horrores de la decepción humana, aún así, querría vivir. Y como caí en esta copa, no me separaré de ella hasta que la acabe. Sin embargo, para cuando cumpla los treinta, probablemente dejaré la copa, aunque no lo haya terminado todo, y me iré… no sé a dónde. Pero sé a ciencia cierta que antes de los treinta años mi juventud lo conquistará todo, cada decepción, cada disgusto de la vida. Me he preguntado muchas veces si habría en el mundo una desesperación capaz de superar esta frenética e indecente sed de vida en mí. Pero al parecer no existe tal cosa, al menos hasta los treinta años, eso es lo que me parece. Esta sed de vida es a menudo llamada vil por algunos enfermos y moralistas, y especialmente por los poetas. Maldita sea, es parte de los Karamázov, eso es cierto. La sed de vida, a pesar de todo, también está en ti. Pero, ¿por qué es mala? Hay una gran fuerza centrípeta en nuestro planeta, Aliosha. Quiero vivir y vivo aunque sea en contra de la lógica. Puede que no crea en el orden de las cosas, pero me gusta cuando florece en primavera, me gusta el cielo azul, me gusta cuando se quiere a otra persona sin saber por qué. Me gustan las hazañas humanas, en las que hace tiempo dejé de creer, pero que aun así por costumbre honro con mi corazón. Me encanta cuando florece en primavera y el cielo azul, ¡eso es! Esto no es la mente ni la lógica, son las tripas y el estómago con lo que amas, amas tus primeras fuerzas juveniles… ¿Entiendes algo de mis tonterías, Aliosha? ¿O no?  ̶  Iván se echó a reír. 

̶  Entiendo demasiado, Iván. Queremos amar con las tripas. Es genial lo que has dicho y estoy muy contento de que quieras vivir de esa manera  ̶  exclamó Aliosha.  ̶  Creo que todo el mundo debería amar la vida en primer lugar.

̶  ¿Amar la vida más que el sentido de la vida?

̶  Definitivamente. El amor va por delante de la lógica, como tú dices. Sólo entonces se entiende su sentido. Eso es con lo que he estado soñando durante mucho tiempo. La mitad de tu trabajo está hecho, Iván: te encanta vivir la vida. Ahora tienes que intentar la otra mitad, la salvación.

̶  Ya me estás salvando, ¡pero tal vez no esté perdido! ¿Cuál es esa otra mitad?

̶  El hecho de resucitar a tus muertos, que quizá nunca murieron. Bueno, tomemos un té. Me alegro de que estemos hablando, Iván.





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