POLIDOR BABÁIEV. La heroica hazaña de Leonti Korennoi,
granadero del regimiento de la Guardia Lieb de Finlandia,
en la batalla de Leipzig en 1813. 1846. Óleo sobre lienzo. 172 x 215
Los motivos militares ya estaban muy extendidos en la
cultura rusa durante la Edad Media, en la pintura de iconos.
El panteón ortodoxo incluía todo un ejército de santos
guerreros liderados por el arcángel Miguel. El más popular
fue San Jorge el Victorioso, cuya imagen, con el paso del
tiempo, llegó a decorar la principal orden militar del Imperio
ruso: la Orden de San Jorge. San Nicolás el Taumaturgo, que
calmó una tormenta marítima gracias a una oración, acabó
por convertirse en el santo patrón de la Marina rusa. Y en el
icono de la Virgen el pueblo depositaba sus esperanzas cada
vez que había que repeler una invasión enemiga.
En 1721 Rusia se convirtió en un imperio. Libró numerosas
guerras, expandió y fortificó sus fronteras. En la Academia
Imperial de las Artes de San Petersburgo, fundada en 1757,
se desarrolló una gran variedad de géneros, desde los más
«pacíficos», como los paisajes y los bodegones, hasta las
pinturas de batallas que glorificaban los ejércitos rusos.
Artistas alemanes y franceses estrechamente vinculados con
Rusia desempeñaron un papel destacado en la formación y
el desarrollo de la escuela nacional de pintura de batallas.
Entre ellos figuran Gottfried Willewalde, Theodor Horschelt,
Aleksandr Kotzebue, Adolph Charlemagne, Franz Roubaud y
Rudolf Frentz.
POLIDOR BABÁIEV. La heroica hazaña de Leonti Korennoi,
granadero del regimiento de la Guardia Lieb de Finlandia,
en la batalla de Leipzig en 1813. 1846. Óleo sobre lienzo. 172 x 215
Entre los escultores que se dedicaron a los temas militares,
fueron especialmente famosos Piotr Klodt y Yevgueni
Lanceray. Un brillante maestro del retrato militar fue el
inglés George Dawe. En la segunda mitad del siglo XIX,
los artistas rusos, relacionados sobre todo con la escuela
realista rusa, pasaron a ocupar un lugar preponderante
en el género de la pintura de batallas. En sus lienzos se
representaban no los aspectos gloriosos de la guerra, sino
los trágicos (Vasili Vereschaguin, Konstantín Savitski), y
subrayaban su aspecto cotidiano. Esta mezcla de «guerra»
y «paz» se convirtió en un rasgo distintivo de las obras
de Bogdán Greim, Piotr Gruzinski, Nikolái Karazin, Pável
Kovalevski, Vasili Polénov, Konstantín Filíppov, Nikolái Shilder
y otros artistas.
PÁVEL FILÓNOV. La guerra alemana. 1914–1915. Óleo sobre lienzo. 171,5 x 156; 175 x 161
El arte de Europa occidental ejerció una gran influencia
en la pintura rusa de finales del siglo XIX y principios del
XX. Es cierto, de igual forma, que los artistas rusos, con
sus audaces experimentos, enriquecieron de manera
sustancial el lenguaje del arte moderno europeo. Todos
los movimientos artísticos, incluidos el neoclásico (Kuzmá
Petrov-Vodkin) y los vanguardistas (Aleksandr Drevin, Pável
Filónov), reaccionaron de forma enérgica a la catástrofe de
la Primera Guerra Mundial (1914-1918). En su percepción de
la guerra, el pacifismo de Tolstói triunfó abrumadoramente
sobre el patrioterismo oficial, y esto fue un presagio de los
inminentes cambios sociales que proclamó la Revolución de
Octubre en 1917.
El rumbo hacia la construcción de una sociedad comunista
y de la revolución proletaria mundial, anunciado por
el gobierno soviético, encabezado por Vladímir Lenin,
armonizaba con las aspiraciones innovadoras de los
artistas vanguardistas. En la cultura soviética de los
años posrevolucionarios se desarrollaron aún más los
experimentos artísticos, que crearon una página destacada
en la historia del arte (obras de Kazimir Malévich, Sofia
Dímshits-Tolstaia, Aleksandr Labás, Izrail Lizak, Yuri
Jrzhanovski y otros). Rusia se revela como un único campo
de trabajo y militancia. En la década de 1930, cuando se
agotó el empuje revolucionario, el arte del realismo socialista
volvió a conceder importancia al método naturalista. Además
de retratos de líderes y jefes militares, en numerosas
exposiciones se mostraron escenas de la reciente guerra
civil (Mitrofán Grekov, Serguéi Guerásimov, Rudolf Frentz), así
como imágenes de obreros y jóvenes entregados no solo al
trabajo pacífico y al estudio, sino también al entrenamiento
militar, imprescindible para las siguientes batallas contra los
enemigos del primer Estado socialista del mundo (Serguéi
Luppov, Aleksandr Samojválov).
La experiencia artística de las décadas posrevolucionarias
estuvo muy requerida durante la Gran Guerra Patria (o Gran
Guerra Patriótica). La batalla de Moscú y Stalingrado, la
defensa de Sebastopol y el sitio de Leningrado, la toma de
Königsberg y la de Berlín… Todos estos acontecimientos se
representaron en los cuadros de los principales pintores
soviéticos. Especialmente dolorosas fueron las obras de
Yaroslav Nikoláiev, Nikolái Rutkovski o Aleksandr Rusakov,
que trabajaron en la Leningrado asediada. Al mismo tiempo,
los artistas recurrieron a las figuras históricas de Alejandro
Nevski (Vladímir Serov), Iván el Terrible (Pável SokolovSkaliá) o los héroes de la batalla de Kulikovo (Mijaíl Avílov).
La Gran Guerra Patria perduró en la memoria de la gente.
Su recuerdo, el de sus héroes y el de sus víctimas, se mantiene
vivo aún hoy en todas las familias. No es de extrañar que en
las décadas de posguerra los artistas soviéticos, incluidos los
más destacados (Gueli Kórzhev, Borís Ugárov, Andréi Mílnikov),
crearan un gran número de cuadros repletos de reflexiones
sobre los destinos humanos y lo inadmisible que sería que se
repitiera lo ocurrido.
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