Guerra y paz en el arte ruso

ВОЙНА И МИР в русском искусстве

Kazimir Malévich. Caballería Roja. c. 1932. © Museo Estatal Ruso de San Petersburgo.

A lo largo de los siglos, las guerras, al igual que las epidemias y las malas cosechas, han sido compañeras inseparables de la humanidad. Por medio de las guerras se han creado y destruido Estados; se han fusionado, han nacido y desaparecido naciones. Estas se percibían por la mayoría de la gente como una parte natural de la existencia histórica y ejercieron una gran influencia en todos los aspectos de la sociedad, incluida la cultura. Las hazañas militares —reflejadas en la literatura, el arte y la arquitectura— proporcionaron a los contemporáneos y a la posteridad ejemplos dignos de emulación. En su famosa novela Guerra y paz, Lev Tolstói, que denunció la violencia en la política, mostró esos opuestos —los del título de esta exposición— como dos aspectos esenciales de la vida social, que a menudo coexisten en el mismo espacio temporal. La realidad de las guerras napoleónicas, tal y como la describió Tolstói, podría extrapolarse a toda la historia de Rusia, que ha conocido pocos periodos de paz. Y un espejo de esta historia es el arte, en el que, incluso en temas muy alejados de la temática militar, pervive el recuerdo de las gestas heroicas y las trágicas pérdidas.

POLIDOR BABÁIEV. La heroica hazaña de Leonti Korennoi, granadero del regimiento de la Guardia Lieb de Finlandia, en la batalla de Leipzig en 1813. 1846. Óleo sobre lienzo. 172 x 215

Los motivos militares ya estaban muy extendidos en la cultura rusa durante la Edad Media, en la pintura de iconos. El panteón ortodoxo incluía todo un ejército de santos guerreros liderados por el arcángel Miguel. El más popular fue San Jorge el Victorioso, cuya imagen, con el paso del tiempo, llegó a decorar la principal orden militar del Imperio ruso: la Orden de San Jorge. San Nicolás el Taumaturgo, que calmó una tormenta marítima gracias a una oración, acabó por convertirse en el santo patrón de la Marina rusa. Y en el icono de la Virgen el pueblo depositaba sus esperanzas cada vez que había que repeler una invasión enemiga. En 1721 Rusia se convirtió en un imperio. Libró numerosas guerras, expandió y fortificó sus fronteras. En la Academia Imperial de las Artes de San Petersburgo, fundada en 1757, se desarrolló una gran variedad de géneros, desde los más «pacíficos», como los paisajes y los bodegones, hasta las pinturas de batallas que glorificaban los ejércitos rusos. Artistas alemanes y franceses estrechamente vinculados con Rusia desempeñaron un papel destacado en la formación y el desarrollo de la escuela nacional de pintura de batallas. Entre ellos figuran Gottfried Willewalde, Theodor Horschelt, Aleksandr Kotzebue, Adolph Charlemagne, Franz Roubaud y Rudolf Frentz. POLIDOR BABÁIEV. La heroica hazaña de Leonti Korennoi, granadero del regimiento de la Guardia Lieb de Finlandia, en la batalla de Leipzig en 1813. 1846. Óleo sobre lienzo. 172 x 215 Entre los escultores que se dedicaron a los temas militares, fueron especialmente famosos Piotr Klodt y Yevgueni Lanceray. Un brillante maestro del retrato militar fue el inglés George Dawe. En la segunda mitad del siglo XIX, los artistas rusos, relacionados sobre todo con la escuela realista rusa, pasaron a ocupar un lugar preponderante en el género de la pintura de batallas. En sus lienzos se representaban no los aspectos gloriosos de la guerra, sino los trágicos (Vasili Vereschaguin, Konstantín Savitski), y subrayaban su aspecto cotidiano. Esta mezcla de «guerra» y «paz» se convirtió en un rasgo distintivo de las obras de Bogdán Greim, Piotr Gruzinski, Nikolái Karazin, Pável Kovalevski, Vasili Polénov, Konstantín Filíppov, Nikolái Shilder y otros artistas.


PÁVEL FILÓNOV. La guerra alemana. 1914–1915. Óleo sobre lienzo. 171,5 x 156; 175 x 161

El arte de Europa occidental ejerció una gran influencia en la pintura rusa de finales del siglo XIX y principios del XX. Es cierto, de igual forma, que los artistas rusos, con sus audaces experimentos, enriquecieron de manera sustancial el lenguaje del arte moderno europeo. Todos los movimientos artísticos, incluidos el neoclásico (Kuzmá Petrov-Vodkin) y los vanguardistas (Aleksandr Drevin, Pável Filónov), reaccionaron de forma enérgica a la catástrofe de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). En su percepción de la guerra, el pacifismo de Tolstói triunfó abrumadoramente sobre el patrioterismo oficial, y esto fue un presagio de los inminentes cambios sociales que proclamó la Revolución de Octubre en 1917. El rumbo hacia la construcción de una sociedad comunista y de la revolución proletaria mundial, anunciado por el gobierno soviético, encabezado por Vladímir Lenin, armonizaba con las aspiraciones innovadoras de los artistas vanguardistas. En la cultura soviética de los años posrevolucionarios se desarrollaron aún más los experimentos artísticos, que crearon una página destacada en la historia del arte (obras de Kazimir Malévich, Sofia Dímshits-Tolstaia, Aleksandr Labás, Izrail Lizak, Yuri Jrzhanovski y otros). Rusia se revela como un único campo de trabajo y militancia. En la década de 1930, cuando se agotó el empuje revolucionario, el arte del realismo socialista volvió a conceder importancia al método naturalista. Además de retratos de líderes y jefes militares, en numerosas exposiciones se mostraron escenas de la reciente guerra civil (Mitrofán Grekov, Serguéi Guerásimov, Rudolf Frentz), así como imágenes de obreros y jóvenes entregados no solo al trabajo pacífico y al estudio, sino también al entrenamiento militar, imprescindible para las siguientes batallas contra los enemigos del primer Estado socialista del mundo (Serguéi Luppov, Aleksandr Samojválov).

La experiencia artística de las décadas posrevolucionarias estuvo muy requerida durante la Gran Guerra Patria (o Gran Guerra Patriótica). La batalla de Moscú y Stalingrado, la defensa de Sebastopol y el sitio de Leningrado, la toma de Königsberg y la de Berlín… Todos estos acontecimientos se representaron en los cuadros de los principales pintores soviéticos. Especialmente dolorosas fueron las obras de Yaroslav Nikoláiev, Nikolái Rutkovski o Aleksandr Rusakov, que trabajaron en la Leningrado asediada. Al mismo tiempo, los artistas recurrieron a las figuras históricas de Alejandro Nevski (Vladímir Serov), Iván el Terrible (Pável SokolovSkaliá) o los héroes de la batalla de Kulikovo (Mijaíl Avílov). La Gran Guerra Patria perduró en la memoria de la gente. Su recuerdo, el de sus héroes y el de sus víctimas, se mantiene vivo aún hoy en todas las familias. No es de extrañar que en las décadas de posguerra los artistas soviéticos, incluidos los más destacados (Gueli Kórzhev, Borís Ugárov, Andréi Mílnikov), crearan un gran número de cuadros repletos de reflexiones sobre los destinos humanos y lo inadmisible que sería que se repitiera lo ocurrido.

GUELI KÓRZHEV. Los adioses. 1967. De la serie «Abrasados por el fuego de la guerra». Óleo sobre lienzo. 200 x 200


Kuzma Petrov-Vodkin. En la línea de fuego. 1916. ©Museo Estatal Ruso de San Petersburgo


Kuzma Petrov-Vodkin. Inspección del regimiento de Izmáilovo antes de su partida al frente. 1916. ©Museo Estatal Ruso de San Petersburgo

Nikolái Kuznetsov. De permiso. 1882. ©Museo Estatal Ruso de San Petersburgo


Alekséi Kivshenko. Asalto a las alturas fortificadas de Gorgokhotan el 1 de enero de 1878. 1886. ©Museo Estatal Ruso de San Petersburgo



Sofia Dímshits Tolstaia. Paz a las chozas, guerra a los palacios. 1919-1921. ©Museo Estatal Ruso de San Petersburgo

Fuente: https://www.coleccionmuseoruso.es/exposicion/guerra-paz/

Esta ha sido la última exposición del Museo Ruso de Málaga con cuadros u obras de arte del Museo Ruso de San Petersburgo.

Desde el blog deseamos de todo corazón que se restaure la paz, que seamos los europeos quienes  tomemos las riendas de nuestro futuro y lo hagamos por el camino de la concordia y la solidaridad. Que nuestra única arma sea la voz dialogante.




Комментарии